Lo siento,
pero no se trata de una pregunta retórica para introducir una propuesta
brillante e innovadora de mi propia cosecha. La cruda verdad es que no tengo ni idea.
Mi recorrido profesional me ha brindado la oportunidad de diseñar diferentes programas de inclusión y educación financiera. Por ética y por convicción, creo que los mensajes deben ser a la vez realistas y atractivos. Por desgracia, el sistema financiero nos lo está poniendo cada vez más difícil: si son realistas no son atractivos, y viceversa.
·
Por un lado, tenemos los mensajes sobre economía personal que acostumbramos a manejar
los que trabajamos en este desafiante campo: "¡Cuidado con el
endeudamiento excesivo! El consumo consciente y el ahorro inteligente te
permitirán conseguir el futuro que deseas. ¡Conocer mejor el sistema financiero
te ayudará a beneficiarte de las ventajas y posibilidades que te ofrece!".
Etcétera, etcétera.
·
Por otra parte, asistimos a la imparable
evolución del sistema financiero, que abandonó hace tiempo el papel de
intermediario que le atribuyen los libros de texto para convertirse en el
principal motor de las decisiones gubernamentales y las políticas públicas. En
este momento, tal mutación amenaza con convertirnos en cobayas de un curioso
experimento macroeconómico: las tasas de
interés negativas que están estudiando y/o aplicando algunos bancos
centrales.
Una explicación difícil
En mis peores pesadillas, me imagino a mí misma en un taller de economía personal para jóvenes, debatiendo con una inteligente joven de dieciocho años:
En mis peores pesadillas, me imagino a mí misma en un taller de economía personal para jóvenes, debatiendo con una inteligente joven de dieciocho años:
–
Es importante aprender a consumir y ahorrar de
forma inteligente.
–
¿Por qué?
–
Porque ahorrar es el primer paso para conseguir
la vida que deseas.
–
Suena genial. Yo quiero hacer un viaje de tres
meses por Europa. ¿Debería ahorrar antes en lugar de pedir un préstamo?
–
Lo has pillado.
–
¡Pero eso puede llevarme mucho tiempo!
–
Tal vez. Pero el test de la golosina demuestra que tienes muchas más posibilidades
de ser feliz y de tener éxito en la vida si eres capaz de retrasar la
gratificación.
– Yo quiero ser feliz y tener éxito, sin duda. Entonces, ¿cuál
es el mejor modo de empezar a ahorrar?
–
Abre una cuenta bancaria. Tu dinero estará más
seguro.
–
¡Ah, sí! He oído hablar de "la magia del
interés compuesto".
–
Bueno, ejem... Eso era antes. En realidad, ahora
las tasas de interés son negativas, por lo que tendrás que pagar al Banco para
que te guarde el dinero.
–
¿Qué? Supongo que está bromeando...
–
Me
temo que no.
–
Pues entonces haré lo mismo que mi abuela:
guardar los ahorros bajo el colchón, que al menos me saldrá gratis.
–
Pero piensa en las ventajas de tener el dinero
en el Banco: la cuenta bancaria te permite acceder a una gran variedad de
productos y servicios.
–
¿Por ejemplo?
–
Préstamos, tarjetas de crédito...
–
A ver si lo entiendo. Me está diciendo que tengo
que tengo que demostrar mi autocontrol retrasando mi viaje (la golosina) y
pagando al banco para que guarde mis ahorros, lo que me permitirá conseguir
crédito en el futuro.
–
Pues...
–
¿Y por qué no pido el préstamo desde el principio? Es más razonable pagar
intereses por el dinero que me prestan que hacerlo por el dinero que les presto
yo.
–
Yo... Er... Mm. ¡Te deseo buen viaje!
¿Alguna
sugerencia para reaccionar ante este escenario (no tan) hipotético? En un artículo anterior comentábamos que ahorrar es un deporte de alto riesgo, pero parece que se va poniendo peor por momentos. En última
instancia, las tasas de interés negativas incentivarán el consumo y el
endeudamiento de los particulares, no el ahorro. De extenderse la tendencia, la
educación financiera vigente entraría en un estado de obsolescencia programada,
si es que no estamos ya en ese punto.
¿Qué
hacemos? ¿Echamos imaginación al tema para buscar los aspectos positivos de un
sistema financiero en el que se paga por
ahorrar (todo un oxímoron), o nos hacemos los despistados y seguimos transmitiendo los mensajes de siempre, con
la esperanza de que algún día las aguas vuelvan a su cauce... o las tasas a niveles
positivos?
Cristina
Carrillo