¿Se nos ha ido de las manos la
RSE? Parece existir cierta sensación generalizada de que así ha sido. Son
muchos los esfuerzos que se están realizando para tratar de acotar, definir, organizar, reconducir o acreditar la Responsabilidad Social Corporativa: algo
así como sujetar el tronco a una vara para que la planta crezca recta.
No resulta difícil entender por
qué parece necesario intervenir para resucitar o reinventar la RSE. Su
utilización superficial con fines comerciales y algunos sonados escándalos
empresariales han dañado la credibilidad del término. En una serie de artículos
recientemente iniciada para CSRwire, el profesor Wayne Visser habla
directamente de “La muerte de la RSE” y propone un debate entre dos
alternativas: ¿acabamos con ella antes de que distraiga la atención de los
cambios que realmente necesitan afrontar las empresas o sometemos a revisión
tanto el concepto como la práctica de la RSE?
Las propuestas de “reinvención”
abarcan toda la gama de opciones de control, desde la regulación a la
certificación, pasando por la difusión de informes obligatorios. Parece que
pierde adeptos la voluntariedad absoluta del concepto, lo que no deja de ser
sorprendente: la responsabilidad social de una empresa, igual que la
responsabilidad individual de una persona, tiene que “salir de dentro”: lo que
se imponga desde fuera podrá ser una norma, una directriz o cualquier otra
cosa, pero no responsabilidad.
Por su propia naturaleza, la RSE
es el compromiso voluntario de funcionar según unos estándares éticos que van
más allá de lo exigible. Este enfoque, que permite establecer distancias entre
las empresas con propósito de liderazgo y las que se limitan a cumplir la
legislación con el único objetivo de un beneficio a corto plazo, resulta
difícil de conciliar con una aproximación basada en la regulación de la
RSE.
Sin embargo, es probable que sí
sea necesario avanzar en el terreno legislativo, pero solo después de haber establecido
límites claros entre lo que es responsabilidad social y lo que no lo es. Todo
lo que pueda y deba ser objeto de regulación para garantizar unas reglas del
juego igualitarias tal vez no deba considerarse RSE. Muchas cuestiones
medioambientales quedarían incluidas en este grupo: dañar el entorno físico de
ninguna manera puede ser opcional. En las últimas décadas, el vertiginoso progreso
tecnológico y económico ha encontrado espacios sin regular que se han ido
cubriendo, en general de forma voluntaria y con diferentes grados de compromiso
y acierto, por la vía de la RSE. Por tanto, a medida que las normas de obligado
cumplimiento pasen a regir cuestiones antaño consideradas de responsabilidad
social, esta tendrá que redefinirse para abordar otras actividades y enfoques
más próximos a su naturaleza discrecional.
En próximas entradas seguiremos comentando las ventajas e inconvenientes de otras alternativas de encuadre de la RSE: estandarización de la información pública, obligación de informar, sistemas de acreditación... En cuanto a la regulación, en lugar de atarle una vara al tronco de la RSE, quizá sería mucho más fructífero limitarse a quitar las malas hierbas y dejar que la planta se desarrolle con toda libertad.
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