miércoles, 12 de octubre de 2011

Buscando un marco para la RSE (I): regulación, estandarización, certificación…

¿Se nos ha ido de las manos la RSE? Parece existir cierta sensación generalizada de que así ha sido. Son muchos los esfuerzos que se están realizando para tratar de acotar, definir, organizar, reconducir o acreditar la Responsabilidad Social Corporativa: algo así como sujetar el tronco a una vara para que la planta crezca recta.

No resulta difícil entender por qué parece necesario intervenir para resucitar o reinventar la RSE. Su utilización superficial con fines comerciales y algunos sonados escándalos empresariales han dañado la credibilidad del término. En una serie de artículos recientemente iniciada para CSRwire, el profesor Wayne Visser habla directamente de “La muerte de la RSE” y propone un debate entre dos alternativas: ¿acabamos con ella antes de que distraiga la atención de los cambios que realmente necesitan afrontar las empresas o sometemos a revisión tanto el concepto como la práctica de la RSE?

Las propuestas de “reinvención” abarcan toda la gama de opciones de control, desde la regulación a la certificación, pasando por la difusión de informes obligatorios. Parece que pierde adeptos la voluntariedad absoluta del concepto, lo que no deja de ser sorprendente: la responsabilidad social de una empresa, igual que la responsabilidad individual de una persona, tiene que “salir de dentro”: lo que se imponga desde fuera podrá ser una norma, una directriz o cualquier otra cosa, pero no responsabilidad.

Por su propia naturaleza, la RSE es el compromiso voluntario de funcionar según unos estándares éticos que van más allá de lo exigible. Este enfoque, que permite establecer distancias entre las empresas con propósito de liderazgo y las que se limitan a cumplir la legislación con el único objetivo de un beneficio a corto plazo, resulta difícil de conciliar con una aproximación basada en la regulación de la RSE. 

Sin embargo, es probable que sí sea necesario avanzar en el terreno legislativo, pero solo después de haber establecido límites claros entre lo que es responsabilidad social y lo que no lo es. Todo lo que pueda y deba ser objeto de regulación para garantizar unas reglas del juego igualitarias tal vez no deba considerarse RSE. Muchas cuestiones medioambientales quedarían incluidas en este grupo: dañar el entorno físico de ninguna manera puede ser opcional. En las últimas décadas, el vertiginoso progreso tecnológico y económico ha encontrado espacios sin regular que se han ido cubriendo, en general de forma voluntaria y con diferentes grados de compromiso y acierto, por la vía de la RSE. Por tanto, a medida que las normas de obligado cumplimiento pasen a regir cuestiones antaño consideradas de responsabilidad social, esta tendrá que redefinirse para abordar otras actividades y enfoques más próximos a su naturaleza discrecional.

En próximas entradas seguiremos comentando las ventajas e inconvenientes de otras alternativas de encuadre de la RSE: estandarización de la información pública, obligación de informar, sistemas de acreditación... En cuanto a la regulación, en lugar de atarle una vara al tronco de la RSE, quizá sería mucho más fructífero limitarse a quitar las malas hierbas y dejar que la planta se desarrolle con toda libertad. 

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