Cuando la economía va viento en popa, el exceso de deudas se percibe
como una pequeña piedra en el zapato, molesta pero llevadera. Entonces llega
alguna crisis y la piedrecita se transforma en un pedrusco inmanejable que
lastra el futuro de personas y familias. ¿Hay alguna forma de vencer esa
inercia social que fomenta el endeudamiento sistemático? Para responder,
necesitamos saber quiénes son los contendientes en tan desigual pelea.
En una esquina del ring, con poquísimos kilos de presupuesto y cierta
tendencia a la dispersión, tenemos las iniciativas
de educación financiera que claman por el sentido común y un “endeudamiento inteligente”. En la esquina
opuesta, con el peso equivalente a tres luchadores de sumo, tenemos todo el entramado
empresarial, financiero e institucional que, bajo el lema “más consumo = más
crecimiento”, incita al endeudamiento de todas las formas posibles, ya sean
inteligentes o absurdas.
¡Empieza el combate! La educación
financiera se pone en movimiento: cualquier curso, portal de Internet o
manual de economía personal que se precie dedica algún espacio a la importancia
de manejar las deudas de forma responsable. Esta presunta sagacidad deudora
suele demostrarse según tres criterios: 1) No superar un determinado nivel de
endeudamiento en relación con los ingresos; 2) Que la rentabilidad de las
inversiones realizadas supere el coste del endeudamiento; y 3) Destinar la
financiación exclusivamente a cierto tipo de bienes y servicios duraderos, para
los que endeudarse no sólo parece inevitable, sino aceptable y hasta conveniente:
vivienda, coches, estudios… También conocidos como “deudas buenas”.
Oooops! Y con esta aceptación, la educación financiera acaba de perder
el primer asalto: en España, la mayoría de la población asume con total naturalidad que no es posible tener una vida que merezca tal nombre sin una
casa en propiedad y la correspondiente hipoteca a 35 años (o más). Eso, a pesar
de que en otros países la gente vive tranquilamente de alquiler o compra sus
viviendas al contado, lo que podría sugerirnos que existen alternativas más
allá de la hipoteca eterna. Bien, pues no: mientras los programas de economía
personal daban saltitos de un lado a otro del ring, el entramado hizo sus deberes y facilitó el acceso al crédito
hipotecario hasta amarrar a todo el que se puso a tiro, como atinadamente
parodia el siempre genial Forges.
En cada país, el entramado
ofrece sus particulares variedades antropológicas. Gracias a las series de
televisión, todos sabemos que en Estados Unidos la inmensa mayoría de los
jóvenes universitarios empieza su vida adulta arrastrando las deudas de sus
préstamos de estudios, lo que resulta impensable en otras latitudes con mayores
facilidades de acceso a la enseñanza superior. Partiendo de este hecho, casi es
posible comprender la espectacular carga que suelen acumular en sus tarjetas de
crédito: vivir con deudas es algo tan asumido y cotidiano que se corre el
riesgo de terminar perdiendo el sentido de la proporción.
Que es, precisamente, lo que ocurre en muchos casos: de financiar la
vivienda o los estudios se pasa a comprar a crédito los muebles, las
vacaciones, el cambio de coche, la tele de plasma, el último grito en
electrónica o lo que sea. Porque, naturalmente, el entramado también ofrece a diestro y siniestro la posibilidad de comprar en comodísimas cuotas, gracias a las cuales acabamos pagando mucho más de
lo que vale el objeto o servicio en cuestión. Cualquier cosa con tal de
incentivar el consumo porque, si no compramos, las empresas no venden y no
salimos de la crisis, ¿no? Interesante concepto: el consumismo como
deber patriótico.
Llegados a este punto, la educación
financiera está ya medio noqueada en una esquina, tratando de recuperar el
fuelle para lanzar un último ataque con el argumento de la responsabilidad
personal. Pufffff. "Sensatez y planificación" frente a "gratificación inmediata
y facilidades de pago". ¡Qué gran dilema para el ser humano estándar!
Y entonces la crisis aprieta y empiezan a leerse noticias como “Los
universitarios estadounidenses van a ser perseguidos por impago” o “Más
de medio millón de familias españolas habrán perdido sus viviendas por
ejecuciones hipotecarias entre 2008 y 2015”.
¿La educación financiera? De bruces contra la lona y K.O.
Uno de los brazos armados del "entramado" en España es el denominado "intermediario financiero". Pida pida, meta el BMW y los muebles y las vacaciones en Cuba que yo me llevo la comisión!
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