No sé si Google podrá
proporcionarnos estadísticas sobre cuál es la frase más oída de los últimos tiempos,
pero si tuviera que apostar me inclinaría por “tranquilizar al mercado”. Lo he
buscado y aparecen 50.000 resultados (en inglés aún más, casi 90.000). Con estas
tres sencillas palabras se explica el desmantelamiento del estado del bienestar.
Puesto que todos los dirigentes del mundo, sin excepción, deploran la necesidad
de tomar tal medida, habrá que suponer que ninguno de ellos tiene nada que ver
con la intranquilidad previa del tal Mercado. Lo cual plantea una cuestión de
lo más inquietante: ¿Nos encontramos ante un humanoide con ideas propias? ¿Es
posible controlar a este Mercadator?
La reciente ola de suicidios en
Grecia, que las estadísticas relacionan con los recortes derivados de la
crisis, vuelve a traer a primer plano el tema de la deshumanización de la economía.
El lenguaje es una herramienta muy poderosa, y hoy día se utiliza con gran
habilidad para hacernos olvidar que hay personas detrás de los números. Todo el
mundo lamenta los efectos de los “imprescindibles ajustes“ en el bienestar de
las personas, pero “hay que tranquilizar al mercado”.
Algunos siguen pensando que
también son personas las que dirigen el mercado y que las cosas tal vez pudieran hacerse de otra forma… ¡Qué ingenuos! En realidad, Mercadator es un ente autopensante que funciona según sus propios
impulsos, incomprensibles para los seres humanos de a pie. Como siempre hay
quien sabe de fútbol más que el entrenador, ciertos elementos subversivos se
permiten opinar que habría que ponerle algunas reglas a Mercadator: por lo
menos, las leyes de la robótica de Asimov (la primera enuncia que un robot no
puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano
sufra daño). Sin embargo, los defensores de tan independiente criatura insisten
en que Mercadator necesita total
libertad, sabe perfectamente lo que hace y sus designios son inescrutables.
Por tanto, y aunque a todos los dirigentes
les gustaría muchísimo poder tomar otro tipo de decisiones económicas más
humanas y alineadas con la realidad social de sus países, resulta imposible
porque Mercadator, además de
ingobernable, es un ente sin alma.
Hemos comentado con frecuencia en
este blog que una de las grandes dificultades para diseñar estrategias
eficaces de educación financiera reside en la escasa predisposición previa de
las personas. A su vez, esta deriva en gran medida de la creencia generalizada
y subconsciente de que el dinero es algo sucio, por lo que su acumulación y manejo sólo
pueden realizarse a costa de la honestidad y la integridad personal. ¿De dónde
habrán sacado esa idea? Es inútil desgañitarse insistiendo en que el dinero es
sólo una herramienta neutra y que puede usarse tanto para el mal como para el
bien, mientras se siga transmitiendo la idea de que los mercados financieros
son los responsables de las dificultades por las que están atravesando tantas
familias. Como en esas películas de ciencia-ficción en las que vemos a las
máquinas volverse contra sus creadores, ¡parece que Mercadator se nos ha rebelado! En realidad, la responsabilidad no
es de los pobres “mercados”, sino de las personas que los han manipulado en
beneficio propio.
El resultado es que no parece
fácil convencer a unos padres de la importancia de proporcionar educación financiera
a sus hijos, mientras sigan considerando la prosperidad económica como una
señal inequívoca de materialismo y codicia. Las finanzas personales difícilmente
se percibirán como algo cercano, práctico y cotidiano, mientras Mercadator, cual insaciable y vengativo
dios pagano, siga cobrándose su tributo en forma de sacrificios humanos:
incertidumbre, ansiedad, desempleo, menor calidad y cobertura de la sanidad y la educación… y
todo ello en nombre de la estabilidad financiera.
A estas alturas, tener a Mercadator campando a sus anchas y
haciendo de las suyas no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos. Señores
guionistas de Hollywood (ya que los guionistas de Wall Street y sucursales no
parecen estar por la labor), ¿cómo podríamos re-programarlo para que se ponga
de nuestra parte, como Terminator en las secuelas? O eso, o reciclar la
chatarra y convertir a Mercadator en un
humanoide más amistoso y sensible con las necesidades de los frágiles mortales.
Esta entrada está inspirada en y dedicada a mi amiga Ana, que considera que "dinero" y "corrupción" son perfectamente sinónimos. Sus opiniones me ayudan a hacerme una idea más realista del reto que supone hablar de educación financiera.
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