… buen bancarizador será? Yo pensaba que
bancarizar era uno de esos “palabros”
económicos de uso común en entornos profesionales, pero que aún no contaba con
la bendición de la Real Academia Española de la Lengua. ¡Craso error por mi
parte! El verbo bancarizar no sólo
está incluido en el diccionario, con conjugaciones y todo, sino que ya está
preparada la enmienda para la próxima edición. De momento, significa
“desarrollar las actividades sociales y económicas de manera creciente a través
de la banca”. En el futuro, bancarizar será “hacer que alguien o algo, como un
grupo social o un país, desarrolle las actividades económicas a través de la
banca”. ¡Ahora está mucho más claro! Ya sólo queda una duda: ¿Quiénes son los bancarizadores
y cómo nos van a conducir al redil?
Mi periplo profesional me ha llevado
desde uno de los países más bancarizados del mundo (España) a uno de los menos
bancarizados de Latinoamérica (Argentina). Probablemente ha sido el único
choque cultural que he apreciado en el proceso. Los españoles nacemos genéticamente
programados para unir nuestros destinos a los de algún banco lo antes posible,
y todo a nuestro alrededor está dispuesto para que no quepa ninguna otra
alternativa.
Un médico amigo mío, llegado a ese punto
de su existencia en el que uno hace balance y toma decisiones trascendentales,
decidió que iba a vivir de forma más simple y auténtica y que el primer paso
era cancelar todas sus cuentas bancarias: sólo consumiría lo necesario y lo
pagaría en efectivo. Su experimento duró dos meses. Dos meses de pesadilla,
según contaba después: el simple hecho
de pagar la luz, el gas o el teléfono se convertía en una incomodidad y en una
manifiesta pérdida de tiempo. Eso, sin contar las miradas desconfiadas que
recibía cuando le tocaba admitir que no disponía de cuenta bancaria. Derrotado,
terminó abriendo de nuevo una cuenta y, cual hijo pródigo que vuelve al hogar,
recibió como regalo una batería de cocina (ancestral práctica para captar
nuevos clientes y confundir al público, haciéndoles creer que la elección de un
producto financiero es equiparable a la compra de boletos para una tómbola).
No cabe duda de que un acceso
generalizado a los servicios financieros ofrece ventajas para todas las partes, pero
también exige responsabilidades proporcionales a la magnitud de esas ventajas:
Gobiernos. La bancarización permite ordenar y vigilar el
flujo de los recursos en el sistema productivo. Para las autoridades fiscales,
el historial bancario de empresas e individuos es como un código de barras que los
mantiene identificados y controlados, desde el instante en que declaran el primer ingreso formal hasta
que pasan a mejor vida (bueno, a veces incluso después: gracias a los errores
informáticos, se han llegado a reclamar multas por impago tributario a personas
fallecidas). Como contrapartida, los poderes públicos son responsables de
proporcionar un marco legislativo que proteja el juego limpio y los derechos de
los consumidores, así como una supervisión eficaz que garantice el cumplimiento
de las normas.
En los países menos bancarizados, el grado de informalidad
económica suele ser elevado, con el consiguiente perjuicio para las cuentas
públicas y, de manera indirecta, también para los ciudadanos. Sin embargo, no
conviene caer en el error de considerar que la bancarización universal supone
una formalización automática de las actividades productivas, porque no es así: la
bancarización puede convivir perfectamente con elevados niveles de economía
sumergida.
Entidades financieras. No hacen falta muchos argumentos para entender
por qué a los bancos les interesa la bancarización; la propia frase es
redundante. La teoría académica asegura que su papel es intermediar entre demandantes
y oferentes de capital, facilitando el funcionamiento de la economía real. Sin
embargo, en los últimos años hemos aprendido que las finanzas existen en su
propia dimensión paralela, y que es posible ganar grandes cantidades de dinero realizando
operaciones sin ningún fundamento tangible.
La asociación sin ánimo de lucro Positive Money tiene una
teoría (probablemente digna de análisis) según la cual la creación de dinero
inexistente, por parte de los bancos, explica en gran medida la actual crisis
financiera: los préstamos, descubiertos y otras formas de crédito son meros
apuntes digitales, que el banco realiza sin necesidad de haber captado con
anterioridad ese capital de los ahorradores. De esta forma, las
entidades financieras privadas estarían invadiendo las competencias exclusivas
de los bancos centrales en la creación de dinero, con la consiguiente
alteración del equilibrio económico-financiero.
A cambio de tan privilegiada posición, como mínimo
corresponde exigir a los bancos un escrupuloso cumplimiento de las leyes y de
las normas éticas sobre transparencia y asesoramiento a la clientela. Cuando
esto falla, ¿cómo se enfrenta una sociedad altamente bancarizada a una
situación de colapso como la que se está viviendo en España? Me temo que con
una seria añoranza de las épocas en que el dinero se guardaba en el colchón, y
con muy poca disposición a apreciar las ventajas de la bancarización. Como
suele suceder, el problema no es el sistema, sino el uso y abuso que algunos
hacen del mismo.
Ciudadanos. La
bancarización y las mayores facilidades de acceso al crédito son herramientas
potencialmente útiles para el desarrollo de proyectos y emprendimientos
productivos, pero no son ninguna panacea ni deben verse como un objetivo en sí
mismas. Si no van acompañadas de un adecuado marco regulatorio, de una eficaz
supervisión prudencial y de unos niveles de educación financiera que permitan a
la población hacer un uso inteligente de los servicios bancarios y de la
financiación recibida, cabe la posibilidad de que los riesgos superen a los
beneficios.
En la actualidad, los organismos multilaterales de cooperación al desarrollo están
tratando de incentivar la utilización de tecnologías móviles por parte de
colectivos vulnerables, como vía para facilitar su acceso a algunos servicios
financieros básicos. Está claro que la inclusión tecnológica abre muchas
puertas, pero cabe discutir que la financiera deba ser la primera en abrirse. Las
personas no se encuentran en situación de vulnerabilidad por hallarse al margen
del sistema financiero formal, sino por vivir en entornos con carencias
estructurales mucho más apremiantes, que deben ser objeto de atención
prioritaria. Una política de inclusión financiera que no aborde tales carencias
puede acabar resultando contraproducente. Como señala este excelente artículo
publicado en Universia Knowledge@Wharton, lo que es bueno para los bancos no
siempre es bueno para la gente.
¿Bancarización? De acuerdo… siempre que
vaya bien escoltada por toda la Trinidad Financiera: Legislación, Supervisión y
Educación.
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