viernes, 16 de agosto de 2013

¿Qué piensan los padres sobre la educación financiera?

Los especialistas aseguran que nuestro desempeño como adultos depende en gran medida de lo que absorbemos y experimentamos en los primeros años de vida. A partir de ahí, cualquier nueva incorporación a nuestro repertorio de creencias y habilidades requiere cierto esfuerzo o, en ocasiones, muchísimo esfuerzo. Dispuestos a maximizar las posibilidades de éxito de sus retoños, los padres se enfrentan al desafío de prepararlos para manejar situaciones y conceptos que, con frecuencia, ni siquiera ellos entienden bien. Con este panorama, ¿qué espacio ocupa la cultura financiera en el equipaje de los niños de hoy?

En lugar de elucubrar sobre la cuestión, optamos por la vía directa y se lo preguntamos a los padres, aprovechando la página de Facebook de nuestro programa divulgativo Educación Financiera para Todos. Aún con todas las cautelas y matices que requieren este tipo de encuestas informales, los resultados nos han proporcionado algunas indicaciones dignas de consideración, resumidas en la infografía que se incluye al final de este artículo.

La importancia de recibir educación financiera en la infancia está fuera de discusión. Un 63% califica la educación financiera como “extremadamente importante”, mientras el 33% la considera algo que los niños “deben saber”.

Antes de lanzar las campanas al vuelo, conviene recordar algunas de las cautelas a las que hacíamos referencia. Las personas que han participado en esta encuesta son una muestra heterogénea, pero no neutral. Si bien proceden de diferentes países de Iberoamérica y sus circunstancias personales son muy variadas (lo que en principio apoyaría la representatividad de los resultados), no podemos olvidar que todos ellos son fans de una página llamada “Educación Financiera para Todos”. Es más, el tema les interesa lo suficiente como para dedicar algunos minutos a responder nuestra batería de preguntas, en lugar de limitarse a jugar al Candy Crush. Esto sugiere un notable grado de sensibilización previa sobre la importancia de la cultura financiera… lo cual los convierte en un grupo muy poco representativo de la población en general. Aún así, nuestro natural optimismo nos lleva a considerar alentador que el 96% de los participantes vean la educación financiera de los niños como algo valioso y necesario.

Cuanto antes, mejor. A la pregunta sobre el rango de edad en que debería comenzar a impartirse la educación financiera, el 47,25% se inclina por situar el momento ideal entre los 6 y los 8 años. Sólo un 16% esperaría hasta los 12 años.

Confieso que estos datos me han sorprendido bastante, aunque son coherentes con lo que se desprende de la pregunta anterior (es decir, pueden explicarse por la favorable predisposición previa del grupo): si algo se considera de extrema relevancia, no hay motivos para esperar. Mi sorpresa se debe a que, fuera de este grupo de fans de la educación financiera, es muy habitual oír argumentos en contra de calentar la cabecita de los tiernos pequeñuelos con temas tan sórdidos y escabrosos como el dinero; lo cual, en definitiva, no es sino una proyección de la propia postura de los adultos sobre todo lo que “huela a finanzas”.  

Una conclusión positiva sería que aquellos padres más conscientes de la importancia de proporcionar educación financiera a sus hijos están dispuestos a abordar el desafío desde el principio y de manera integral. Uno de los participantes incluye un comentario especialmente lúcido: “La educación financiera debe iniciarse cuanto antes, como el resto de la educación”.

A su vez, esto nos invita a reconsiderar otra cuestión. Puesto que: 1) La cultura financiera debe adquirirse lo antes posible y 2) Los padres son agentes esenciales de esa educación temprana, entonces la sensibilización y capacitación de los adultos debe pasar a un primer plano. Hemos comentado a menudo la tendencia generalizada a impulsar programas en escuelas, en detrimento o sustitución de otros específicamente destinados al público adulto, bajo el argumento de que “a través de los niños se llega también a los padres”. Sin embargo, no debemos olvidar que esto es un camino de doble sentido: sin el apoyo y la complicidad incondicional de los padres, jamás llegaremos a los hijos de manera efectiva. ¿Estamos seguros de que la escuela es el camino más corto para ganarnos a los adultos de la casa?

Este debate abierto nos lleva a la siguiente pregunta de nuestra encuesta. ¿Dónde deben recibir los niños la educación financiera? ¿En casa, en la escuela o en ambos sitios? Un abrumador 93% considera que es una responsabilidad compartida. Los padres son conscientes de que algo tan práctico como el adecuado manejo de los recursos puede estimularse y profundizarse en el aula, pero debe experimentarse a diario en el entorno familiar.

Con una mezcla de curiosidad y ánimo investigador, preguntábamos después quiénes deberían ser los responsables de impartir la educación financiera en la escuela. De manera harto reveladora, sólo el 22% atribuye tal honor a los maestros, mientras el 73% considera que es mejor que se encarguen personas especializadas.

Esta preferencia tan manifiesta merece cierta reflexión. ¿Por qué parece necesario o conveniente recurrir a expertos para proporcionar educación financiera a niños entre los 6 y los 12 años? ¿Es porque se considera que los maestros ya tienen demasiadas responsabilidades o porque se estima que no están capacitados para transmitir a los niños los rudimentos de la cultura financiera? En este último caso, ¿cuál es exactamente la carencia que se les supone? ¿Qué no son capaces de entender las cuestiones financieras básicas o que no están preparados para transmitirlas de manera pedagógica?

Considerando los actuales niveles de cultura financiera del público, es muy probable que la percepción de nuestros encuestados sea correcta. Está claro que la mayor parte de la población adulta se maneja con escasa soltura en el terreno de las finanzas personales. Como parte de esa población, los maestros se ven limitados por la misma falta de concienciación y habilidades financieras que sufren los propios padres… y estos lo saben.  

Precisamente por este motivo, uno de los requisitos clave para desarrollar con éxito un programa de educación financiera en las aulas consiste en “formar a los formadores”: es imprescindible conseguir la complicidad de los maestros (sensibilización) y proporcionarles las herramientas pedagógicas necesarias para despertar en los niños el interés por los temas financieros (capacitación). El efecto multiplicador de capacitar a los profesores es infinitamente superior al que se lograría mediante el uso sistemático de especialistas. Sin duda el papel de los expertos es vital en la educación financiera infantil, pero aportan mayor eficiencia y alcance cuando se encargan de formar a los docentes, no directamente a los niños.

Por otra parte, el 78% se inclina por llevar la educación financiera a la escuela como parte del curriculum, y sólo al 18% le parece suficiente el rango de actividad extraescolar. Está claro que la mayoría prefieren la estabilidad y el reconocimiento que aporta el curriculum a la precariedad de lo extraescolar. La posibilidad de que sea impartida por los maestros fuera del temario regular no consiguió ni un solo defensor (probablemente todos piensan que no es realista exigir aún más esfuerzos a los sufridos docentes).

A efectos prácticos, conviene recordar que no existe una única vía para incluir la educación financiera en el curriculum. La opción más ambiciosa (asignatura propia) suele ser también la menos realista, dada la generalizada sobrecarga de los temarios escolares. A corto plazo, tal vez la vía más sencilla sea introducir módulos específicos en algunas asignaturas. Sin embargo, a largo plazo lo más eficiente parece ser la inclusión horizontal de conceptos, valores y destrezas financieras en el mayor número de asignaturas posible. Uno de los encuestados sugiere este formato y expresa de manera muy gráfica cómo encajaría en Matemáticas: “A través de los ejercicios de cálculo, en lugar de contar tantas manzanas y de calcular la velocidad de tantos trenes”. Me sentí plenamente identificada: en su día, perdí la cuenta de las veces que afiné mis habilidades matemáticas averiguando en qué punto se encontrarían el tren que salía de Albacete a 170 kilómetros por hora con el que viajaba desde Barcelona a 200. ¡Utilísimo para la vida cotidiana!

Nuestra encuesta incluía también dos preguntas de respuesta múltiple, sobre los temas de educación financiera más relevantes para los niños y las mejores herramientas educativas.

Por lo que se refiere a los contenidos, ganan por goleada el ahorro (76%) y la administración responsable del dinero (84%). También despiertan considerable respeto las habilidades emprendedoras, las inversiones, los valores y creencias sobre el dinero y el “consumo inteligente” (en torno al 60%).

Nuestro farolillo rojo merece ser compensado con algún comentario: sólo el 37,5% de los participantes considera importante orientar a los niños sobre el “consumo sostenible”. ¿Por qué preferimos que nuestros hijos sean “consumidores inteligentes” antes que “consumidores sostenibles”? Cabe interpretar que, mientras consumir de forma inteligente suena claramente beneficioso (evitar engaños y abusos) la sostenibilidad no es un concepto demasiado utilizado ni comprendido, más allá de los entornos estrictamente institucionales.

Llegado el momento de elegir las mejores herramientas para llevar la educación financiera a las aulas, una abrumadora mayoría se inclina por utilizar juegos (79%) y ejemplos de la vida diaria (72%). De manera un tanto sorprendente, se minimiza la utilidad de los vídeos y videojuegos, que sólo apoyan el 23% y el 33%, respectivamente. Resulta llamativa la rotunda preferencia de los padres por los métodos “clásicos” frente a los basados en las nuevas tecnologías, pese a la comprobada eficacia pedagógica de estos últimos entre los pequeños “nativos digitales” del siglo XXI. Tal vez exista cierto temor a los adictivos efectos de estas herramientas, que suelen fascinar a los niños hasta los límites de la catatonia.

Pese a este comprensible recelo, las investigaciones revelan que los recordatorios sobre el dinero que se difunden a través de las redes sociales, email o mensajes de texto tienen un elevado potencial de efectividad para modificar hábitos y comportamientos, no sólo entre los niños (lo que ofrece interesantes oportunidades a los docentes) sino también entre los adultos. De hecho, tenemos cierta constancia informal de esta eficacia: los pequeños consejos y recetas económicas difundidos a través de nuestra página de Facebook, además de propiciar ocasionales debates, suelen generar un apreciable movimiento en términos de “Likes” y “Shares”. Si algún lector no sabe lo que esto significa… conviene que lo aprenda cuanto antes: con toda seguridad, sus hijos sí lo saben. 
Trasladamos nuestro agradecimiento a los amigos de Educación Financiera para Todos que nos han dedicado los minutos necesarios para responder esta encuesta, diseñada y gestionada por Verónica Deambrogio.


Valoración sobre la educación financiera de los niños

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