En lugar de elucubrar sobre la cuestión, optamos por la vía directa y se lo preguntamos a los padres, aprovechando la página de Facebook de nuestro programa divulgativo Educación Financiera para Todos. Aún con todas las cautelas y matices que requieren este tipo de encuestas informales, los resultados nos han proporcionado algunas indicaciones dignas de consideración, resumidas en la infografía que se incluye al final de este artículo.
La
importancia de recibir educación financiera en la infancia está fuera de
discusión. Un 63% califica la educación financiera como
“extremadamente importante”, mientras el 33% la considera algo que los niños “deben
saber”.
Antes de lanzar las campanas al vuelo, conviene recordar algunas de
las cautelas a las que hacíamos referencia. Las personas que han participado en
esta encuesta son una muestra heterogénea, pero no neutral. Si bien proceden de
diferentes países de Iberoamérica y sus circunstancias personales son muy
variadas (lo que en principio apoyaría la representatividad de los resultados),
no podemos olvidar que todos ellos son fans de una página llamada “Educación
Financiera para Todos”. Es más, el tema les interesa lo suficiente como para dedicar
algunos minutos a responder nuestra batería de preguntas, en lugar de limitarse
a jugar al Candy Crush. Esto sugiere un notable grado de sensibilización previa
sobre la importancia de la cultura financiera… lo cual los convierte en un
grupo muy poco representativo de la población en general. Aún así, nuestro natural
optimismo nos lleva a considerar alentador que el 96% de los participantes vean
la educación financiera de los niños como algo valioso y necesario.
Cuanto
antes, mejor. A la pregunta sobre el rango de edad en que debería
comenzar a impartirse la educación financiera, el 47,25% se inclina por situar
el momento ideal entre los 6 y los 8 años. Sólo un 16% esperaría hasta los 12 años.
Confieso que estos datos me han sorprendido bastante, aunque son
coherentes con lo que se desprende de la pregunta anterior (es decir, pueden
explicarse por la favorable predisposición previa del grupo): si algo se
considera de extrema relevancia, no hay motivos para esperar. Mi sorpresa se
debe a que, fuera de este grupo de fans de la educación financiera, es muy
habitual oír argumentos en contra de calentar la cabecita de los tiernos
pequeñuelos con temas tan sórdidos y escabrosos como el dinero; lo cual, en
definitiva, no es sino una proyección de la propia postura de los adultos sobre
todo lo que “huela a finanzas”.
Una conclusión positiva sería que aquellos padres más conscientes de
la importancia de proporcionar educación financiera a sus hijos están
dispuestos a abordar el desafío desde el principio y de manera integral. Uno de
los participantes incluye un comentario especialmente lúcido: “La educación
financiera debe iniciarse cuanto antes, como el resto de la educación”.
A su vez, esto nos invita a reconsiderar otra cuestión. Puesto que: 1)
La cultura financiera debe adquirirse lo antes posible y 2) Los padres son
agentes esenciales de esa educación temprana, entonces la sensibilización y capacitación de los adultos debe pasar a un primer
plano. Hemos comentado a menudo la tendencia generalizada a impulsar
programas en escuelas, en detrimento o sustitución de otros específicamente
destinados al público adulto, bajo el argumento de que “a través de los niños
se llega también a los padres”. Sin embargo, no debemos olvidar que esto es un
camino de doble sentido: sin el apoyo y la complicidad incondicional de los padres,
jamás llegaremos a los hijos de manera efectiva. ¿Estamos seguros de que la
escuela es el camino más corto para ganarnos a los adultos de la casa?
Este debate abierto nos lleva a la siguiente pregunta de nuestra
encuesta. ¿Dónde
deben recibir los niños la educación financiera? ¿En casa, en la escuela o en
ambos sitios? Un abrumador 93% considera que es una responsabilidad
compartida. Los padres son conscientes de que algo tan práctico como el
adecuado manejo de los recursos puede estimularse y profundizarse en el aula,
pero debe experimentarse a diario en el entorno familiar.
Con una mezcla de curiosidad y ánimo investigador, preguntábamos
después quiénes
deberían ser los responsables de impartir la educación financiera en la escuela.
De manera harto reveladora, sólo el 22% atribuye tal honor a los maestros,
mientras el 73% considera que es mejor que se encarguen personas
especializadas.
Esta preferencia tan manifiesta merece cierta reflexión. ¿Por qué
parece necesario o conveniente recurrir a expertos para proporcionar educación
financiera a niños entre los 6 y los 12 años? ¿Es porque se considera que los
maestros ya tienen demasiadas responsabilidades o porque se estima que no están
capacitados para transmitir a los niños los rudimentos de la cultura financiera?
En este último caso, ¿cuál es exactamente la carencia que se les supone? ¿Qué
no son capaces de entender las cuestiones financieras básicas o que no están
preparados para transmitirlas de manera pedagógica?
Considerando los actuales niveles de cultura financiera del público, es
muy probable que la percepción de nuestros encuestados sea correcta. Está claro
que la mayor parte de la población adulta se maneja con escasa soltura en el
terreno de las finanzas personales. Como parte de esa población, los maestros se
ven limitados por la misma falta de concienciación y habilidades financieras que
sufren los propios padres… y estos lo saben.
Precisamente por este motivo, uno de los requisitos clave para
desarrollar con éxito un programa de educación financiera en las aulas consiste
en “formar a los formadores”: es imprescindible conseguir la complicidad de los
maestros (sensibilización) y proporcionarles las herramientas pedagógicas
necesarias para despertar en los niños el interés por los temas financieros (capacitación).
El efecto multiplicador de capacitar a los profesores es infinitamente superior
al que se lograría mediante el uso sistemático de especialistas. Sin duda el
papel de los expertos es vital en la educación financiera infantil, pero aportan
mayor eficiencia y alcance cuando se encargan de formar a los docentes, no
directamente a los niños.
Por otra parte, el 78% se inclina por llevar la educación financiera a la
escuela como parte del curriculum, y sólo al 18% le parece
suficiente el rango de actividad extraescolar. Está claro que la mayoría
prefieren la estabilidad y el reconocimiento que aporta el curriculum a la
precariedad de lo extraescolar. La posibilidad de que sea impartida por los
maestros fuera del temario regular no consiguió ni un solo defensor
(probablemente todos piensan que no es realista exigir aún más esfuerzos a los
sufridos docentes).
A efectos prácticos, conviene recordar que no existe una única vía
para incluir la educación financiera en el curriculum. La opción más ambiciosa (asignatura
propia) suele ser también la menos realista, dada la generalizada sobrecarga de
los temarios escolares. A corto plazo, tal vez la vía más sencilla sea
introducir módulos específicos en algunas asignaturas. Sin embargo, a largo
plazo lo más eficiente parece ser la inclusión horizontal de conceptos, valores
y destrezas financieras en el mayor número de asignaturas posible. Uno de los
encuestados sugiere este formato y expresa de manera muy gráfica cómo encajaría
en Matemáticas: “A través de los ejercicios de cálculo, en lugar de contar
tantas manzanas y de calcular la velocidad de tantos trenes”. Me sentí
plenamente identificada: en su día, perdí la cuenta de las veces que afiné mis
habilidades matemáticas averiguando en qué punto se encontrarían el tren que
salía de Albacete a 170 kilómetros por hora con el que viajaba desde Barcelona
a 200. ¡Utilísimo para la vida cotidiana!
Nuestra encuesta incluía también dos preguntas de respuesta múltiple,
sobre los temas de educación financiera más relevantes para los niños y las mejores
herramientas educativas.
Por lo que se refiere a los contenidos,
ganan por goleada el ahorro (76%) y la administración responsable del dinero
(84%). También despiertan considerable respeto las habilidades emprendedoras,
las inversiones, los valores y creencias sobre el dinero y el “consumo
inteligente” (en torno al 60%).
Nuestro farolillo rojo merece ser compensado con algún comentario:
sólo el 37,5% de los participantes considera importante orientar a los niños
sobre el “consumo sostenible”. ¿Por qué preferimos que nuestros hijos sean “consumidores
inteligentes” antes que “consumidores sostenibles”? Cabe interpretar que,
mientras consumir de forma inteligente
suena claramente beneficioso (evitar engaños y abusos) la sostenibilidad no es un concepto demasiado utilizado ni
comprendido, más allá de los entornos estrictamente institucionales.
Llegado el momento de elegir las mejores herramientas
para llevar la educación financiera a las aulas, una abrumadora
mayoría se inclina por utilizar juegos (79%) y ejemplos de la vida diaria
(72%). De manera un tanto sorprendente, se minimiza la utilidad de los vídeos y
videojuegos, que sólo apoyan el 23% y el 33%, respectivamente. Resulta
llamativa la rotunda preferencia de los padres por los métodos “clásicos” frente
a los basados en las nuevas tecnologías, pese a la comprobada eficacia pedagógica
de estos últimos entre los pequeños “nativos digitales” del siglo XXI. Tal vez
exista cierto temor a los adictivos efectos de estas herramientas, que suelen
fascinar a los niños hasta los límites de la catatonia.
Pese a este comprensible recelo, las investigaciones revelan que los
recordatorios sobre el dinero que se difunden a través de las redes sociales,
email o mensajes de texto tienen un elevado potencial de efectividad para
modificar hábitos y comportamientos, no sólo entre los niños (lo que ofrece
interesantes oportunidades a los docentes) sino también entre los adultos. De
hecho, tenemos cierta constancia informal de esta eficacia: los pequeños
consejos y recetas económicas difundidos a través de nuestra página de Facebook, además de propiciar ocasionales debates, suelen generar un apreciable movimiento en términos de “Likes” y “Shares”. Si algún lector no sabe lo que
esto significa… conviene que lo aprenda cuanto antes: con toda seguridad, sus
hijos sí lo saben.
Trasladamos nuestro agradecimiento a los amigos de Educación Financiera para Todos que nos han dedicado los minutos necesarios para responder esta encuesta, diseñada y gestionada por Verónica Deambrogio.
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